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Eslovaquia también protegerá el matrimonio en la Constitución

El 4 de junio, el Parlamento eslovaco ha decidido en la Constitución de la República una definición precisa del matrimonio, como vínculo exclusivo entre un hombre y una mujer, y el compromiso de los poderes públicos de protegerlo y promoverlo. Ján Figeľ, Vicepresidente del Parlamento y presidente del partido democristiano KDH, ha conversado con Palabra para explicar el sentido de esta reforma, de la que ha sido iniciador y principal impulsor.

—Señor Figeľ, ¿en qué consiste la reforma? —

Hemos introducido solamente dos frases, pero de gran importancia. La primera frase del texto constitucional reformado define claramente qué es el matrimonio: “El matrimonio es un vínculo único entre un hombre y una mujer”. Lo consideramos un paso importante para el bien social.

Para la vida cotidiana de las familias es aún más importante la segunda frase: “La República eslovaca protege globalmente el matrimonio y promueve su bien”. Por tanto, señala al Estado la obligación de proteger el matrimonio y promover su bien, de manera que la declaración constitucional reclama políticas realmente orientadas a favor de la familia en el campo social, económico, educativo, sanitario… Merece un atento análisis, sobre todo por parte de las instituciones públicas, que habrán de promover el bien de los esposos y, con ello, el bien común de la sociedad entera. Los actos legislativos o ejecutivos futuros habrán de ser adoptados a la luz de esta obligación, de proteger y fomentar el matrimonio; y desde el 1 de septiembre, día en que la reforma entra en vigor, las normas ahora vigentes no podrán estar en contradicción con ella.

—Estando su partido en la oposición, ha podido contar con el apoyo del partido socialdemócrata. ¿Cómo han llegado a este acuerdo? —

El 14 de enero presenté el proyecto de enmienda constitucional a la opinión pública. Además, convencido como estoy de que no se trata de una victoria sobre ningún grupo político, en mi condición de Vicepresidente del Consejo Nacional de la República Eslovaca (nuestro Parlamento), me dirigí en carta a cada uno de los diputados invitándoles a sumarse a los promotores de la iniciativa.

Era evidente, sin embargo, que necesitábamos la cooperación del partido socialdemócrata Smer-SD, que sostiene al gobierno del primer ministro Robert Fico, al que pertenecen 83 de los 150 diputados de la Cámara. A finales de febrero ese partido se dirigió a nosotros para ofrecernos su apoyo y obtener el nuestro para otro proyecto de reforma constitucional en cuestiones relativas al poder judicial. Como también consideramos importante este asunto, el acuerdo fue posible. Finalmente, la reforma recibió el voto favorable de 102 diputados (de 128 presentes en la votación), pertenecientes a 4 de los 5 grupos políticos presentes en la Cámara, así como de un diputado independiente.

Puede parecer sorprendente que cristianodemócratas y socialdemócratas nos hayamos puesto de acuerdo en este punto, pero eso confirma que el contexto político y social en Eslovaquia permite alcanzar un consenso en estos temas. El acuerdo en los temas de familia es conveniente para toda sociedad: de la familia dependen muchas cosas. En cambio, en las coaliciones anteriores de centro- derecha, no habíamos conseguido un acuerdo semejante.

—La iniciativa ha llegado a término con gran rapidez… Pero, ¿también con facilidad? —

Tomamos la decisión de lanzar esta propuesta a finales de agosto del año pasado, cuando el gobierno eslovaco preparaba su “Estrategia estatal para la defensa de los derechos humanos”, muy influida por la ideología de género. Ya el 10 de septiembre anuncié la necesidad de definir más claramente el matrimonio en la Constitución, e invité a los presidentes de todos los partidos parlamentarios a mantener consultas bilaterales.

Desde entonces, y aún más intensamente desde la presentación del proyecto de enmienda constitucional en enero, han sido meses trabajosos de negociaciones, explicaciones a la opinión pública, esfuerzos de convicción. Hemos recibido el apoyo de muchos ciudadanos, organizaciones no gubernamentales e iglesias; pero también hemos tenido que hacer frente a una gran presión política y mediática, y a la oposición de grupos, pequeños pero muy ruidosos, que veían en la protección constitucional del matrimonio como una discriminación de las personas con inclinaciones homosexuales; tampoco han faltado presiones desde el extranjero para que el Parlamento eslovaco no aprobara esta reforma.

Conviene mencionar que el 22 de septiembre tuvo lugar en la ciudad de Košice una gran “Marcha Nacional por la Vida”, a la que asistieron más de 80.000 personas: una de las mayores manifestaciones que se recuerdan en la historia de nuestro país, que cuenta con unos cinco millones de habitantes. Fue una señal importante de que muchos ciudadanos eslovacos deseaban mejorar el nivel de protección de la vida humana, así como del matrimonio y de la familia: el Manifiesto final de aquella marcha apelaba a los responsables públicos para que “aseguraran por medios legislativos la protección del matrimonio de un hombre y una mujer como un vínculo único e irreemplazable que respeta la ley natural que puede ser descubierta por la razón”.

En este sentido, tengo la satisfacción de que, según una reciente encuesta, el 82 % de los eslovacos está de acuerdo con la reforma recién aprobada.

—Otros países de su entorno han dado pasos semejantes: Croacia, Hungría... —

Sí, varios países han hecho lo mismo que nosotros: no sólo Hungría y Croacia, sino también Polonia, Lituania, Bulgaria… No caminamos solos. La senda por la que avanzamos se apoya en la naturaleza, en las tradiciones y en valores probados, entre los cuales juegan un papel de primer orden la familia y el matrimonio.

No puede olvidarse que nuestros países, antes bajo el sistema socialista, han cambiado mucho desde el punto de vista de los valores y la cultura.

En cambio, parece que en los países de Europa occidental predomina una corriente que introduce en la legislación supuestos derechos fundados en la llamada ideología de género, que no se apoya en la ley natural ni en los conocimientos científicos, sino en modificaciones culturales. Eso da origen a mucha confusión, porque se pone en duda la concepción de la antropología de la persona como hombre y mujer, que son iguales en dignidad, pero distintos biológicamente. El hombre y la mujer forman como pareja una unidad con una complementariedad recíproca, para que en esta unidad vivan, transmitan la vida a nuevos seres y eduquen a sus hijos.

Precisamente porque participa en la transmisión de la vida y por la estabilidad que necesita esa micro-sociedad que forman los padres y los hijos, el matrimonio es un vínculo singular, que merece apoyo especial.

A todo Estado le conviene contar con relaciones buenas y estables en las familias, que creen un ambiente favorable para la educación de los niños. Un padre atento y una madre amorosa son del mayor interés para los niños, que a su vez son el futuro de la nación, de su cultura, de su sistema de pensiones. La protección de la familia es conveniente desde todos los puntos de vista: económico, financiero, cultural, cívico.

—¿Se registra, entonces, un rumbo diferente dentro de un mismo contexto europeo: Eslovaquia y otros países centrooriental, por un lado, y algunos países occidentales, por otro? —

Estoy convencido de que en el mundo actual se está librando una batalla por la idea del hombre y de la sociedad. La opción es construir sobre la base de los valores naturales, o hacerlo desde perspectivas definidas artificialmente, como en el caso de la ideología de género. Si ésta se convirtiera en determinante, las consecuencias serían muy grandes.

Asimismo, hay que recordar que el occidente es muy variado, y en él se percibe un importante movimiento de valores. Por ejemplo, la Asamblea Nacional francesa ha aprobado una legislación en la línea del matrimonio para todos, y permitido la adopción de niños por parejas homosexuales; pero millones de personas en las calles han protestado: es como si la democracia representativa se hubiera vuelto contra la multitud que se manifiesta.

Por lo demás, es importante tener presente que la política familiar en la Unión Europea se respeta sobre la base del derecho interno de cada Estado. En este contexto, nuestra reforma, con el anclaje constitucional del derecho de familia, significa obviamente una garantía contra el intento de armonizar el derecho europeo en estos ámbitos, que repetidamente promueven algunos gobiernos; pero la entiendo también como una aportación de Eslovaquia a Europa. Incluso a corto plazo, significa ya un mensaje preciso para los países occidentales. Muchos nos felicitan y agradecen este estímulo, en una época en que el tejido social cambia dinámicamente, y también lo hace el orden de valores, la legislación y la realidad cotidiana en escuelas, oficinas, empresas, medios de comunicación. No es un producto material, sino un fenómeno cultural. Y entiendo que la cultura es la cúspide de los valores: da carácter a nuestras relaciones y sentido a nuestras vidas.

Palabra, Agosto-Septiembre 2014

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